CAPÍTULO TRES: LA VEROSÍMIL RELACIÓN PERÚ - POLINESIA

Presentación

Intentaremos demostrar en este tercer capítulo, que entre el antiguo Perú, Polinesia y Hawái, se estableció una suerte de triángulo cultural que permitió el intercambio de prácticas y rituales que se vislumbran comunes en las culturas de estos tres lugares. Para tal efecto, nos centraremos especialmente en todos los aspectos relacionados al arte de surcar las olas. Práctica tradicional peruana, que aquí proponemos, emigró desde nuestra costa hacia algunas islas de la Polinesia hace miles de años, y posteriormente, llegó hasta Hawái, donde alcanzó un alto grado de refinamiento. Examinaremos en este capítulo, las teorías de las antiguas relaciones que se establecieron entre la Polinesia y Hawái. Buscando trazar la ruta cultural que permitió, primero a los polinesios, y posteriormente, a los hawaianos, cultivar el arte de surcar olas, cuyo origen debe rastrearse en el antiguo Perú.

De la Polinesia a Hawái: la evolución del arte de surcar olas

“Mi teoría de la migración, como tal, no quedaba necesariamente probada con el éxito alcanzado por la expedición de la Kon-Tiki. Lo que si probamos es que las embarcaciones de balsa sudamericanas poseen cualidades desconocidas hasta hoy para los hombres de ciencia de nuestros tiempos, y que las islas del Pacífico están situadas muy al alcance de las embarcaciones prehistóricas del Perú. Los pueblos primitivos eran capaces de hacer viajes inmensos por el mar abierto. Las distancias no son el factor determinante en el caso de las migraciones oceánicas, si el tiempo, el viento y las corrientes tienen el mismo curso general día y noche durante todo el año. Los vientos alisios y la corriente ecuatorial van hacia el occidente debido a la rotación de la tierra, y ésta no ha cambiado nunca desde que existe el mundo”.

Thor Heyerdahl
La Expedición de la Kon-Tiki
1948


La expedición Kon-Tiki partió del puerto del Callao el 28 de abril de 1947 y durante 101 días recorrieron 7,000 kilómetros.

 

En nuestros días se da por aceptada la teoría de que el arte de surcar las olas tuvo su origen en la Polinesia. Pero esta hipótesis no presenta las pruebas contundentes que demuestren que la legítima historia del arte de surcar las olas fue así. Es por ello que el principal propósito de este tercer capítulo, es exponer, en líneas generales, la teoría polinesia del origen del arte de surcar las olas, para inmediatamente después, refutarla. Si tomamos en cuenta que en el Perú se hallaron pruebas arqueológicas irrefutables (como ceramios, telares, frisos, piezas de orfebrería, etc.) corroborando que ese arte tradicional en las olas se practicaba hace por lo menos cinco mil años en nuestra costa. Nada nos impide afirmar, o al menos, sugerir, que esta práctica ancestral se popularizó en nuestra costa, incluso con mayor anterioridad.

 

Sin embargo, en la redacción de este libro, no hemos querido atribuirle a la práctica de surcar olas en el antiguo Perú, una antigüedad mayor que la que hoy demuestran los hallazgos arqueológicos. Si en este libro sostenemos que la práctica de surcar olas en el Perú tiene al menos cinco mil años de antigüedad, esto no quiere decir que descartamos la posibilidad de que dicha práctica tradicional sea aún más antigua. Aún no se han hallado las pruebas arqueológicas que demuestren fehacientemente que el caballito de totora o tup, y en consecuencia, el arte de surcar olas, es más antiguo de lo que admitimos en nuestros días.

 

Ahora bien; ¿qué argumentos exponen las personas que sustentan la tesis del origen polinesio del arte de surcar olas? ¿Qué pruebas arqueológicas presentan? Y, en pocas palabras, ¿qué validez puede tener esa teoría frente a las evidencias reales que nos hemos tomado el trabajo de recopilar en este libro? Y, si es cierto lo que sostienen algunos acerca de que la Polinesia fue poblada hace tres mil o cuatro mil años, ¿qué sustento puede tener esa teoría polinesia frente a la antigüedad del hombre peruano, cifrada en no menos de diez mil años?

 

Para abordar este asunto, el más arduo en el curso de nuestras investigaciones, te pedimos amable lector que tengas un poco de paciencia, y que te dejes llevar por nosotros a través del inmenso laberinto de islas y archipiélagos de Oceanía, para así poder resumir la teoría polinesia y luego refutarla. Un viaje semejante es absolutamente necesario para comprender que la práctica de surcar olas se originó en el antiguo Perú, no en la Polinesia, como se ha creído hasta ahora. Así que paciencia, aborda nuestra balsa confiadamente y acompáñanos. Es un recorrido por esas islas diseminadas en el océano Pacifico, cuyos habitantes heredaron de los antiguos peruanos la costumbre de surcar las olas, para llevarla años más tarde, hasta Hawái, donde alcanzó un alto grado de expresión social.


La expedición Kon-Tiki partió del puerto del Callao el 28 de abril de 1947 y durante 101 días recorrieron 7,000 kilómetros.

 

Algunos criterios geográficos

 

Puesto que nos proponemos refutar la teoría polinesia del origen del arte de surcar las olas, empezaremos situando geográficamente el conjunto de islas llamado Polinesia que, junto a la Melanesia y la Micronesia, compone las tres zonas etnográficas de Oceanía, además de los territorios continentales de Australia y Nueva Zelanda.

 

Empecemos con la Melanesia, el vasto archipiélago que comprende las islas situadas al sur de la línea ecuatorial, en pleno océano Pacífico occidental. De este a oeste, la Melanesia abarca la isla de Norfolk, la actual República de Fiyi, las islas Vanuatu (también conocidas como Nuevas Hébridas), Nueva Caledonia, las islas Salomón (bautizadas así en 1,568 por el navegante español Álvaro de Mendaña, en cuyo barco viajaba el cronista Pedro Sarmiento de Gamboa), los archipiélagos Bismarck y Louisiade, las islas del Almirantazgo y Nueva Guinea.

 

El término Melanesia puede traducirse como “Las Islas Negras”, ya que deriva de las palabras griegas melas (negro) y nesos (islas), lo cual refleja el hecho de que estas islas fueron habitadas por pueblos de piel oscura que emigraron a la Melanesia en dos oleadas diferentes. Aunque los primeros pobladores fueron los papúes, posiblemente relacionados con los aborígenes de Australia, hace cuatro mil años aproximadamente apareció otra cultura con la llegada de pueblos marineros cuyas tradiciones culturales procedían del sureste asiático. Estos últimos se instalaron en Nueva Guinea meridional y el archipiélago Bismarck, y colonizaron las islas Salomón, Vanuatu, Nueva Caledonia y Fiyi. La actual Melanesia se caracteriza por la coexistencia de estas dos culturas diferenciadas y sus grupos lingüísticos respectivos, ambos pertenecientes a la rama oriental de la familia lingüística malayo-polinesia.

 

Pasemos ahora a la Micronesia. Se trata del territorio que comprende las islas del océano Pacífico situadas al este de Filipinas y, en su mayor parte, al norte de la línea del ecuador. Este grupo abarca más de dos mil islas, entre las que se encuentran los Estados Federados de Micronesia, Guam, Nauru, Kiribati, las islas Marianas del Norte y las islas Marshall y Palau. El nombre de Micronesia puede traducirse como “Las Islas Pequeñas”, ya que proviene del griego micros (pequeñas) y nesos (islas). Análisis sanguíneos han demostrado que la raza micronesia es diferente a las razas australiana, asiática y polinesia. Sus orígenes están envueltos en el mayor de los misterios.

 

Luego de hacer esta travesía en nuestra cómoda balsa por la Melanesia y la Micronesia, llegamos finalmente al lugar que nos interesa examinar: la Polinesia. Se trata del territorio que comprende el enorme triángulo de islas situadas en el centro y el sur del océano Pacífico. El término Polinesia puede traducirse aproximadamente como “Las Islas Numerosas”, ya que deriva de las palabras griegas poli y nesos, que significan “mucho” e “islas” respectivamente. Es importante apuntar aquí que las islas de Hawái se hallan en el vértice superior del triángulo polinesio, mientras que Nueva Zelanda y la isla de Pascua forman la base del mismo. Otras islas y grupos de islas polinesios son Tuvalu, Tonga, Samoa, Wallis y Futuna, las islas Marquesas, las islas Cook, la Polinesia Francesa, islas Pitcairn y Niue. Se cree que la Polinesia central fue colonizada por primera vez hace unos 3,000 ó 4,000 años por pueblos procedentes de Melanesia. Las migraciones desde la Polinesia central hacia las islas exteriores son más recientes, probablemente a partir del año 300 de nuestra era. Nueva Zelanda fue colonizada por primera vez alrededor del año 1,000 de nuestra era, ya que se trata de un área muy poco apta para el asentamiento humano. La íntima relación existente entre varias lenguas polinesias, a pesar de la distancia que separa a esas islas, apoya los indicios arqueológicos que parecen demostrar la difusión relativamente reciente de la cultura polinesia.

 

Para seguir con nuestro análisis, es necesario centrarnos un momento en la Polinesia Francesa. Fue precisamente a una de las islas de este grupo (para ser exactos, a la isla de Tuamotú) adonde llegó la balsa Kon-Tiki de Thor Heyerdahl, luego de cruzar el océano Pacífico, saliendo del puerto del Callao, ubicado en la costa central del actual Perú. La Polinesia Francesa es el territorio formado por varios grupos de islas pequeñas. Estas islas se esparcen por una vasta extensión del sureste del océano Pacífico. La Polinesia Francesa está dividida en cinco archipiélagos: las islas de la Sociedad, compuestas por las islas de Barlovento y las islas de Sotavento, el archipiélago Tuamotú, las islas Gambier, las islas Australes y las islas Marquesas.


Vista aérea de Tuamotú, en la Polinesia Francesa, donde arribó el Kon-Tiki en 1947.

 

Los puntos débiles de la teoría polinesia

Una vez situados geográficamente en la vasta red de islas que yacen dispersas en la inmensidad del océano Pacífico, podemos recién presentar, en líneas generales, los principales fundamentos de la teoría polinesia del origen del arte de surcar las olas. Para hacerlo, nos referiremos al resumen expuesto en el documento llamado: Legendary Surfers del escritor e investigador norteamericano Malcolm Gault-Williams. En el capítulo titulado: Surfing´s Origins, Gault-Williams expone que la cuestión acerca del origen del arte de surcar las olas se divide en dos preguntas:

 

1- ¿Cuándo se utilizó por primera vez una tabla para correr olas?

 

2- ¿Quiénes fueron los primeros en practicar el arte de surcar las olas?

 

Como respuesta a la primera pregunta; Gault-Williams sostiene que la primera vez que se utilizó una tabla hecha de madera para correr olas fue en la Polinesia, hace tres mil o cuatro mil años. Y como respuesta a la segunda pregunta; Gault-Williams afirma que los primeros tablistas fueron los polinesios, quienes aprendieron a atrapar el poder de una ola y deslizarse sobre ella utilizando una especie de “tabla para correr olas” en algún momento situado entre los años 1,500 A.C. y 400 D.C. Aunque su teoría es interesante y, en líneas generales, está muy bien expuesta, el problema es que Gault-Williams no aporta ninguna prueba arqueológica para poder demostrarla científicamente. Sus argumentos, mayormente basados en suposiciones, se apoyan en la idea de que los primeros pobladores de la Polinesia eran unos expertos navegantes, y sólo por ello, deduce que necesariamente ellos tuvieron que ser los primeros tablistas. Únicamente por el hecho de haber logrado colonizar esas islas del océano Pacífico, a bordo de sus embarcaciones.

 

Es cierto que en la época de esas grandes migraciones cruzando el océano Pacífico (es decir, desde hace cuatro mil años) los polinesios fueron eximios navegantes. Y que sus proezas no fueron superadas por ningún otro pueblo de la Tierra. Todo esto es cierto, y aquí no vamos a refutarlo, pero hay que tomar en cuenta que esas grandes migraciones se dieron en dos oleadas separadas una de otra, por un periodo de muchos siglos. Los estudios científicos más recientes indican que la primera oleada migratoria se habría dado entre los años 2,000 y 1,000 A.C. y como prueba de ello, algunos arqueólogos interesados en el tema encontraron un tipo de cerámica alfarera llamada Lapita diseminada desde Nueva Caledonia (Melanesia) a través de una ruta que lleva al archipiélago de Bismarck (Melanesia) para arribar, entre los años 1,500 y 1,000 A.C. a Fiyi (Melanesia), Tonga y Samoa, estas dos últimas ubicadas en el límite del espacio polinesio. La cerámica Lapita, sin embargo, no permite deducir que ya en esa época se practicaba en la Polinesia una suerte de arte de surcar las olas, porque no contiene imágenes que registren dicha práctica.

 

La segunda oleada migratoria se dio entre los años 300 A.C. y 1,350 D.C. Estuvo compuesta de expediciones mucho mejor organizadas y con evidentes intenciones colonizadoras, ya que transportaron hombres y mujeres desde Fiyi, Tonga y Samoa hasta las islas Marquesas, en pleno corazón de la Polinesia, llevando además plantas alimenticias, animales domésticos y especialistas en navegación. Esos viajes se hacían con resistentes canoas con estructuras flotantes fuera de borda, que añadían estabilidad a las embarcaciones. No se sabe a ciencia cierta cuáles fueron las razones que los forzaron a viajar en busca de nuevas islas (quizás la ausencia de comida, o las fuertes tormentas tropicales) lo cierto es que estaban decididos a asentarse en los nuevos territorios descubiertos, porque llevaron consigo a sus mujeres. De este modo llegaron a las islas Sociedad (Polinesia Francesa) donde se establecieron por una buena cantidad de siglos.

 

A partir de aquel período en el tiempo, los polinesios expandieron aún más sus dominios oceánicos, organizando expediciones exploratorias de aventura, y en uno de esos viajes, llegaron a Hawái. En estas expediciones no llevaban a sus mujeres y tenían básicamente la intención de descubrir nuevos territorios. Generalmente, volvían a la Polinesia central con la noticia de las nuevas islas descubiertas, y después, otros viajeros se animaban a poblarlas. En este período de nuevos descubrimientos insulares, Tahití se convirtió en la base general de los polinesios, desde allí salieron gran parte de sus expediciones. Según una antigua leyenda hawaiana, recogida por el etnólogo Abraham Fornander, el archipiélago de Hawái fue descubierto por un viajero polinesio llamado Hawai´loa. Aunque se mencionan los nombres de otros dos probables fundadores, uno tahitiano y otro maorí, se considera que en el año 800 de la era cristiana, todas las islas habitables del Pacífico este estaban pobladas. Como dice el antropólogo Kenneth P. Emmory: “los polinesios viajaron a lo largo y ancho del Pacífico, en una época en que los europeos pensaban que el mundo se reducía a las costas del Mediterráneo”.

 

Volviendo a la declaración de Malcolm Gault-Williams; el sugiere que el arte de surcar las olas se originó cuando los antiguos viajeros polinesios aprendieron a correr olas con sus canoas con batanga y pontón. Siguiendo ese razonamiento, los antiguos polinesios utilizaban el poder de las olas para deslizarse rápidamente con sus canoas sobre los arrecifes de coral, y así tuvieron la idea de fabricar tablas de madera especialmente diseñadas para correr olas por placer: “En un momento indeterminado, surcar olas pasó de ser una habilidad de la vida cotidiana, para convertirse en un deporte”.


Izquierda: Del tup al SUP. Un caballito de totora y una tabla hawaiana, comparten una ola en Huanchaco. Derecha: José “Kané” Ramos Ucañán, miembro de una célebre familia de pescadores, fue el primer tablista de Huanchaco en representar al Perú en un mundial de tabla.

 

Vigencia de la creencia peruana

Según la teoría del escritor e investigador norteamericano Malcolm Gault-Williams, que recrea admirablemente las hazañas náuticas de los antiguos polinesios, pero que nada dice de una necesidad real de surcar las olas y así sugiere solamente, que los polinesios empezaron a correr olas, y nada más. ¿Dónde están las pruebas arqueológicas, las únicas que valen en estos casos, que demuestren que las cosas sucedieron así? Es cierto que los polinesios fueron eximios navegantes, eso es indudable, pero de ahí a afirmar que fueron ellos los que inventaron el arte de surcar las olas, no es posible aseverarlo sin las pruebas arqueológicas.

 

Los fenicios fueron excelsos navegantes, también los egipcios, los griegos y los vikingos, pero ¿acaso ellos afirman que inventaron el arte de surcar las olas? Por la ausencia de las pruebas contundentes, la teoría polinesia debe ser descartada. Sobre todo porque existen los restos arqueológicos que demuestran que los antiguos peruanos corrían olas porque tenían la necesidad de dominarlas para sobrevivir. Y así las olas desempeñaron un papel fundamental en la cosmovisión de los antiguos pescadores. Además, el tup o caballito de totora, sí reúne las características necesarias (maniobrabilidad y flotabilidad) para poder ser declarado como el primer instrumento unipersonal para surcar olas creado por el hombre.

 

Hasta que no se compruebe científicamente lo contrario, los actuales tablistas peruanos tienen el derecho legítimo de decir que son los herederos de la más antigua concepción de este tradicional deporte. Porque la historia (los testimonios de los cronistas europeos), la arqueología (los restos antiguos de cerámica, textiles, orfebrería y el urbanismo prehispánico), y las expediciones científicas (como la de Thor Heyerdahl) lo manifiestan. En el instante presente del infinito acontecer del tiempo, nos basta contemplar las olas en nuestra generosa costa. Al apreciar cómo revientan contra su orilla durante todo el año en bahías, puntas, cabos, penínsulas, arrecifes y bancos de arena, podremos percibir que desde los tiempos inmemoriales, el hombre peruano estuvo prósperamente compenetrado, ligado y relacionado al ritmo eterno de las olas que provee nuestro espléndido mar.